Fiebre de agave

LOS COSTOS AMBIENTALES DE LA INDUSTRIA DEL MEZCAL

La producción industrial de mezcal ha provocado la deforestación de grandes extensiones de áreas naturales en Oaxaca, para establecer nuevos sembradíos de agave que hagan frente a la creciente demanda de este destilado que ha llamado la atención de personalidades como Brian Cranston y Aaron Paul, protagonistas de la afamada serie televisiva Breaking Bad


Por: Vidal Pineda / Damián Lagunas
Fotografía: Adriana Chávez
Video: Alexia Zúñiga / Víctor Morales

Un deslizamiento de tierra destruyó la casa de la señora Enriqueta en menos de 15 minutos. Una habitación y su cocina desaparecieron cuando las paredes de concreto de su casa se derrumbaron por el peso del lodo y las piedras que bajaron de los cerros con la repentina lluvia que cayó la tarde del 17 de mayo de 2021 en San Pedro Totolapam, ubicada a 80 kilómetros al sureste de la ciudad de Oaxaca. En la llamada región del mezcal.

Esa misma tarde, en la barranca “El Zapote”, un segundo deslave fracturó la carretera y una persona que pastoreaba en las laderas perdió la vida. Al final del día, las autoridades reportaron tres deslizamientos de tierra y afectaciones en por lo menos diez casas, entre ellas la de Enriqueta, quien se refugió en un pequeño corral elevado a unos metros de su casa. Desde ahí, debajo de un pequeño techo de lámina y acompañada de los chivos que cría para su venta, vio como el alud de lodo cubrió sus muebles, la mitad de su hogar y toda una vida de esfuerzo.

Un día después, la Coordinación Estatal de Protección Civil de Oaxaca dictaminó que lo ocurrido en San Pedro Totolapam, un pueblo cuya economía subsiste por el cultivo de agave, la extracción pétrea y la minería, fue por causa del inicio del temporal de lluvias y que en el caso de los terrenos inestables y laderosos, suelen provocar deslizamientos y caídas de roca.

Los derrumbes en San Pedro Totolapam están relacionados con la erosión de los cerros por la deforestación.

Campesinos del pueblo entrevistados para este reportaje sostienen otra versión sobre los deslaves. Aseguran que el desgajamiento del cerro que provocó la muerte de uno de sus vecinos es producto de la deforestación desmedida de los terrenos por la siembra de agave, la sobreexplotación de millones de litros de agua de manantial, para cultivo y minería, y la tala de cactus, espino verde y  encinos de por lo menos 50 años de vida para convertirlos en leña, los principales ingredientes para la producción industrial de mezcal, la bebida de moda que nació de una fusión tradicional prehispánica y el proceso de destilación que introdujeron los españoles en la Colonia.
 
La Comisión Nacional Forestal (CONAFOR) estima que entre el 2001 y 2018, el promedio anual de áreas deforestadas en Oaxaca ha sido de 18 mil 757 hectáreas. Esto significa que en cada año se perdió una superficie similar a la de 2 mil 953 estadios Azteca a causa de la ganadería extensiva y la transformación de terrenos forestales a cultivos comerciales como el agave.
 
En San Pedro Totolapam la industria del mezcal, que en 2020 generó una derrama económica de 386 millones de dólares para Oaxaca, hizo que un número importante de campesinos dedicados a la siembra de frijol o maíz dejaran sus cultivos tradicionales para convertir sus terrenos en campos exclusivos de agave mezcalero, en su mayoría de la especie angustifolia que se utiliza para el mezcal espadín, como alternativa para mejorar sus condiciones de vida. 

Adán Cortés es uno de los pocos productores locales que aún elabora su propio mezcal para venderlo a granel entre sus vecinos o algunos de sus clientes radicados en Oaxaca, la ciudad capital. Heredó de su familia la habilidad y el conocimiento para su producción. Su mezcal se llama Hormiguero y el agave que destila lo siembra y cosecha en las parcelas que le heredaron sus padres en el paraje Santa Rosa, a orilla de la carretera.

Adán Cortés practica la siembra mixta de agave espadín en su parcela.

Adán sin embargo es consciente que ante el llamado “boom” de la industria del mezcal, muchos de sus vecinos se están “dedicando a esto porque hay dinero, hay valor ahí en el maguey”, aun cuando reconoce que eso ha afectado el entorno y la apariencia de los cerros.

El agave de Adán crece entre calabazas, plantas de chile, frijol y cactus de más de 100 años que forman parte del entorno natural del pueblo atravesado por el Arroyo Seco y el río Quiechapa. La siembra mixta es una técnica que heredó de su padre, campesino que le inculcó a él y a sus hermanos el respeto por la tierra y la naturaleza.

Por el conocimiento heredado sabe que la siembra intensiva de maguey por monocultivos implica un riesgo, como lo advierte también el biólogo Ignacio Torres-García, doctor de la Escuela Nacional de Estudios Superiores UNAM-Morelia, quien en entrevista reconoce que este tipo de siembra cansa y erosiona el suelo, debido al uso de fertilizantes químicos necesarios para su cosecha y los agroquímicos necesarios para combatir las plagas que lo atacan.

Esta deforestación es reconocida por las propias autoridades estatales que en su “plan (estatal) de inversión para el desarrollo rural bajo en emisiones”, reconocen que hay deforestación de terrenos forestales, como selvas medianas, selvas secas y bosques templados, donde se están sembrando cultivos comerciales con afectaciones directas a las regiones del Papaloapan, Mixe, Istmo y Costa, cuatro de las ocho regiones que conforman el estado.

Pero aun con esas evidencias al pueblo de Adán y doña Enriqueta han llegado y siguen llegando empresas comercializadoras que le han apostado al negocio del mezcal. Vienen con maquinarias y sus propios insumos, que proporcionan a los campesinos. “Te rentan tu terreno, te dan el maguey, te dicen siémbralo tú, cuídalo tú, nosotros te damos insumos, dinero para que lo cuides y cuando esté lista la planta nosotros mismos lo acaparamos”, dice Jesús León, presidente municipal de San Pedro Totolapam.

Oaxaca actualmente es el principal productor de agave y mezcal de México, y de acuerdo con el informe estadístico del Consejo Regulador del Mezcal (CRM) el 75.5% de la exportación al extranjero sale de las comunidades mezcaleras del estado. El mismo informe indica que en los últimos nueve años el número de marcas exportadoras creció en 360%. En 2021, la Secretaría de Economía reportó el registro de más de 700 marcas.
 
La gran popularidad que ha alcanzado el mezcal mexicano en la última década ha llamado la atención de consorcios de bebidas alcohólicas internacionales como Pernod Ricard, José Cuervo y Bacardí, y personalidades como Brian Cranston y Aaron Paul, protagonistas de la afamada serie televisiva Breaking Bad, quienes han invertido y creado marcas que comercializan este preciado líquido embriagador.
 
Lo cierto es que la popularidad del mezcal ha mejorado algunas cosas. Hace quince años el Coneval advirtió que el pueblo de San Pedro Totolapam tenía un bajo índice de rezago y marginación social. Más de la mitad de la población carecía de servicios básicos, pero hoy  la mayoría de las casas son de concreto, cuentan con servicios básicos y sus pobladores además de trabajar en la industria del mezcal generan ingresos extras por la renta de sus tierras, como se pudo constatar en un recorrido hecho para este reportaje. 
 
Es por ese “boom” que el Gobierno del estado mantiene una campaña que promueve el destilado en el mercado internacional en búsqueda de nuevos inversionistas. La creciente demanda de la bebida se aprecia en los 2.6 millones de litros que, en 2019, cruzaron la frontera para llegar a las exclusivas barras estadounidenses, país que degusta el 60% de la producción estatal de mezcal.

Pero el Diagnóstico de la Cadena Valor Mezcal de las Regiones de Oaxaca, realizada en 2016 por los biólogos Felipe Palma, Pilar Pérez y Vinicio Meza, señala que desde 1999 la extensión de siembra de agave ha provocado deforestación en la selva baja de la cuenca del Río Tehuantepec.

San Luis del Río es una agencia municipal de Tlacolula de Matamoros, muy cercana a San Pedro Totolapam que, aunque se encuentra en la serranía, también forma parte de la región de los Valles y la ruta del mezcal. El 22 de octubre de 2018, el gobernador Alejandro Murat Hinojosa dijo que esta pequeña población era responsable de destilar el 12 % de las exportaciones de mezcal al extranjero.

Don Javier Nolasco y su sobrino Abel son maestros mezcaleros en San Luis del Río. Para llegar al pueblo se tiene que recorrer el único camino existente que se conecta con la carretera 190. Solo 4 de los 16 kilómetros que conforman el serpenteado camino poblado de montañas de agave está pavimentado, aun cuando el gobernador Murat se comprometió a construirlo el mismo día que presumió las cifras económicas.

En San Luis del Río la magnitud de la siembra se distingue desde el primer kilómetro que conduce al centro del pueblo, en donde viven cerca de 600 personas, todas productoras de agave y de mezcal, algunas como la Nolasco, con una tradición de 150 años que se ha heredado a lo largo de cuatro generaciones.
El río que baja de la Sierra Norte y atraviesa los pueblos mezcaleros de San Luis, San Juan y Santa Ana, los tres cuyos nombres lo acompañan con del Río, se extiende entre las montañas y flanquea el camino de tierra. A la distancia y en contraste con el paisaje desértico de los cerros, se aprecian frondosos árboles que marcan su afluente y dan sombra a las fábricas de mezcal, más de 40, según el tío de los Nolasco, que se ubican en la rivera.

El cultivo intensivo genera daños ambientales como: la erosión, contaminación y desplazamiento de los magueyes nativos de cada región.
Monocultivo en ladera de agave espadín.

La familia Nolasco produce entre 300 y 400 toneladas de agave al año, que luego transforman en 50 mil litros de mezcal que esperan el arribo de alguna marca o inversionista interesado en hacer negocios, pero hasta finales del 2021 no había aparecido alguno. Mientras esperan no dejan de producir.

Como destiladores artesanales, certificados por el CRM, don Javier y sus sobrinos se turnan y organizan a lo largo de cada mes para realizar por lo menos dos horneadas de agave, en cada una de ellas son necesarias 15 toneladas de maguey y 15 más de leña. En un año la familia de Abel hornea 24 veces, en jornadas de más de 14 horas cada una.

Javier Nolasco prepara el horno cónico para horneada de agave espadín.

Cada litro destilado lo venden entre 100 y 140 pesos, dependiendo del regateo del comprador. Pero la pandemia del Covid 19 redujo las ventas en el 2021, “el mercado se cerró” dice Abel, por eso el mezcal que producen lo almacena en cisternas de cinco mil litros. En el patio tienen cuatro de estas cisternas azules y tres más reposan en un corredor, cerca de su cocina, dentro de la casa.

La situación es compleja, en seis meses no han vendido un solo litro, y del mezcal de los Nolasco dependen por lo menos 10 familias de la Sierra que esperan que el destilado salga pronto.
 
Los hermanos Nolasco fueron migrantes. En búsqueda de mejorar su calidad de vida dejaron San Luis del Río y cruzaron a Estados Unidos, pero regresaron años más tarde por la muerte de su padre, hermano del tío Javier, y retomaron el pequeño palenque familiar.
 
La industria del mezcal los ha beneficiado, volvieron a su comunidad y ahora el trabajo que realizan da sustento a sus familias, pero reconocen que la deforestación de los cerros se debe a la sobreproducción de agave y a la falta de capacitación y asesoría técnica para realizar una producción sustentable.

En San Pedro Totolapam, el presidente municipal Jesús León cuenta que como requisito para la siembra de agave las autoridades ejidales del pueblo que se rigen por usos y costumbres piden a cada productor dejar por lo menos el 5 % de su producción total intacta y respetar los órganos y pitayales que se encuentren en sus terrenos, y de no cumplir se impone una multa que oscila entre los 5 y 30 mil pesos por cada árbol talado.

Pero en San Luis del Río, el pueblo donde se destila el mezcal de Brian Cranston y Aaron Paul, la situación es compleja. Acá hay cerros completos deforestados, y aunque hay intentos de impulsar programas de reforestación por parte de las mismas empresas mezcaleras, éstas medidas no se han consolidado y el problema se extiende, como se corrobora en la visita a la comunidad.

Cisternas para almacenar mezcal en la casa de la familia Nolasco.

Para Abel Nolasco la deforestación por la siembra de agave es similar al impacto de la actividad minera, “a lo mejor ya no tarda SAGARPA en venir y decir ¿qué están haciendo?”.
 
Para conocer los programas y proyectos que se impulsan desde el estado para regular los monocultivos de agave y la producción del mezcal, se solicitó una entrevista con Helena Iturribarría, la secretaria de Medio Ambiente, Energías y Desarrollo Sostenible (SEMAEDESO), pero no pudo concretarse “por falta de espacio”. También se buscó al recién nombrado presidente del CRM, Abelino Cohetero Villegas, pero no hubo respuesta.

Eduardo Ángeles, productor del destilado de agave Lalocura que se produce artesanalmente en Santa Catarina Minas, Ocotlán, asegura por su parte que la denominación de origen impuesta y la norma de producción del mezcal abrieron las puertas para que la bebida se produzca en gran volumen, aun cuando su esencia es “de pequeña escala”.

En entrevista, critica la Norma 070 que establece las características y especificaciones que debe cumplir la producción, envasado y comercialización del mezcal, porque considera que le apuesta al comercio desmedido del destilado sin tomar en cuenta su “identidad”.

Desde hace cuatro generaciones la familia de Eduardo Ángeles produce mezcal en Minas, comunidad asentada en los Valles Centrales a una hora de distancia de la capital de Oaxaca. Desde el palenque La Candelaria, donde impulsa una producción orgánica, asegura que la alta demanda del mezcal ha incrementado el número de palenques en la comunidad, de tres que existían pasaron a 40. Algunos laborando bajo contratos de exclusividad y confidencialidad con marcas nacionales y extranjeras.

“En Lalocura ya no uso la palabra mezcal, porque el mezcal es un patrimonio cultural de las familias, como nosotros y otras familias de los pueblos mexicanos”. Eduardo Ángeles.

Ángeles actualmente es dueño de su propia empresa que produce destilado de agave con la certificación del CRM. A manera de protesta en su envasado no usa la palabra “mezcal”. Esto porque la normativa que vigila el CRM no es clara y prohíbe a todo productor, incluidos aquellos de comunidades indígenas con una producción centenaria, a usar esa palabra si no pagan poco más de 71 mil pesos por un certificado que les permite, además del cultivo de maguey y la producción de mezcal, envasar y comercializar el destilado.
 
“Para el mezcal no existe norma ni institución gubernamental que proteja su historia y esencia”, dice Ángeles.
 
Para el Doctor Carlos Lucio, del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, CIESAS, sede Occidente, los problemas bioculturales de las zonas mezcaleras están relacionados a la ampliación de la denominación de origen. Sostiene que ésta denominación fue creada a partir de un criterio de propiedad industrial que busca explotar y no proteger el producto. “No tiene nada que ver en una protección, sino en la explotación de un producto”, dice en entrevista.
 
Lucio critica que la extensión territorial de la Denominación de Origen del Mezcal, que se creó en 1994, tenga 44 millones de hectáreas. “¡La más grande y estúpida del planeta!”, asegura.
 
Lo anterior porque dicha extensión ha obligado a incorporar nuevas especies de agave a la producción del destilado, entre ellos los silvestres que son extraídos de sus entornos naturales, además de que todo eso ha generado una sobreexplotación de los recursos naturales, explica el científico.
 
Luis Carlos Martínez, productor certificado y destilador de mezcal ancestral en Santa Catarina Minas, es el lado opuesto a Eduardo Ángeles. En entrevista, asegura que la llegada de las grandes compañías a las comunidades de la región del mezcal ha traído beneficios económicos y sociales a los pueblos.

En Santa Catarina Minas, productores como Luis Carlos Vásquez y su esposa Juliana Ríos, utilizan técnicas de retención de agua para la producción ancestral de su mezcal, destilado en ollas de barro.

Martínez actualmente labora bajo un contrato de confidencialidad con una empresa internacional. Dice que el surgimiento de nuevos palenques ha reducido la migración en su pueblo, porque hay más jóvenes y mujeres involucradas en la cadena de producción del mezcal.

Respecto al tema de la degradación ambiental a causa de la explotación de la siembra de agave, coincide con Eduardo Ángeles en lo siguiente. Es importante cuidar los campos. Considera que hay un uso desmedido de químicos en la producción de agave como fertilizantes, pesticidas y herbicidas.

En los pueblos recorridos para este reportaje se pudo constatar que los habitantes de la comunidad cuentan con servicios básicos, sin embargo, en el informe 2020 del Coneval se aprecia que las condiciones plasmadas hace 15 años no han cambiado mucho. Oaxaca mantiene un alto índice de pobreza y se documentó un desgaste ambiental en una parte importante de los cerros.

El deterioro continúa pese a los esfuerzos “pilotos” como el de restauración de los paisajes que impulsa la SEMAEDESO, cuyas acciones no han logrado el impacto deseado, además que los productores no las conocen según lo confirman en entrevista.
 
En tanto los cerros que antes eran verdes hoy se resquebrajan, lo que ha generado la pérdida de vidas y viviendas, como le ocurrió a Enriqueta que a nueve meses de los deslaves no ha podido recuperar sus pertenencias.

*La propuesta de este reportaje fue seleccionada en la Convocatoria 2021 del Programa de Apoyo al Periodismo en México de la UNESCO. Su contenido es responsabilidad de las autoras.
Editor del Programa: Francisco Sandoval Alarcón.

@fiebredeagave